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Reflexiones de una caminata matutina: Basura y legado

Todos los días me levanto temprano y llevo mis perros al pantano, antes de que azuce el calor, o antes de comenzar la labor. Siempre me llevo una bolsa de la compra conmigo y la lleno de basuraleza que a veces me deja muy sorprendida y llena de reflexiones agridulces, o tragicómicas, según el día y el momento. Creo efectivamente que se podría escribir cosas muy curiosas sobre nuestra era, basándose en los objetos encontrados. Cada tapón, bastoncillo, micro-plástico, tubo, suela, vaina de támpax, pieza de automóvil, lata de cerveza, botella de agua, toallita limpiadora, y otros objetivos o partículas multicolores, me disparan las mismas preguntas: ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Qué ha motivado que lo tiren aquí? ¿Cuál es la historia de este trozo de vida de alguien? ¿Cuál ha sido su recorrido? ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Cuál es su vida útil y el tiempo que tardará en descomponerse? Y, sobre todo, una que me preocupa mucho: ¿Cuál es su impacto en la fauna local?

En un museo de Arte Contemporáneo de Lyon hace unos años, vi una exposición que me dejó marcada: en una sala había figuras abstractas construidas a partir de restos de neumáticos encontrados en una de las autopistas cercanas a esa gran ciudad francesa. El cartel leía algo como: “El volumen de restos de neumáticos que se encuentran en las carreteras nacionales cada año se mide en toneladas y constituye una realidad totalmente ignorada por la gran mayoría. Sin embargo, allí quedan, para la posteridad. ¿Qué pensarán de nosotros las civilizaciones futuras?”.

Las civilizaciones antiguas, ellas, nos han dejado maravillas que los arqueólogos e historiadores se afanan en intentar descifrar e interpretar: tablas de escrituras, monumentos, objetos de la vida cotidiana de entonces que perduran hasta hoy y que nos emocionan por su belleza. Pensémoslo un momento: nosotros estamos sembrando la Tierra con inmundicias que hablarán sobre nuestros valores de hoy. ¿Esto es lo que queremos dejar? ¿Metales y químicos, plásticos, neumáticos y otros contaminantes sin ningún sentido más que nuestra dejadez y desprecio hacia nuestros hijos, nietos y generaciones siguientes? En realidad, no es voluntario, pero el problema es que los que tiran basura no se paran a pensar en ello y les da totalmente igual. Pero y los demás, los que piensan, ¿Por qué no recogemos lo que no debería estar allí?

Estamos la mayoría de nosotros, muy ocupados con otros temas superficiales que nos distraen de lo esencial. Hemos perdido la habilidad, el placer de la observación, el interés por las cosas pequeñas, por las bellezas que se nos ofrece gratuitamente en cualquier rincón del planeta. Por todo, incluso cuando no hay nada bello que observar, porque siempre nos queda el cielo con sus astros, nubes, colores cambiantes, pájaros.

Y así sigo, recogiendo con más ardor los restos de botellones, las latas de los pescadores, las colillas de los pensadores fumadores… entre reflexiones filosóficas, entre tristeza y esperanza de que seamos cada vez más los “raritos” que pensemos… y actuemos para minimizar los daños de los que no piensan, los que Carlos llama «Mascerdenses», una especie según ellos, primitiva pero sin peligro de extinción.

Mientras tanto, me pica la curiosidad de encontrar algunas de las respuestas que me rondan siempre por la cabeza.

Por ejemplo, ¿por qué hay tantísimos bastoncillos (esos que usamos para las orejas, pero sin las extremidades), y otros utensilios higiénicos? Carlos nos dio hace años elementos de respuesta, y es que en el pantano, nuestro pantano, se han vertido durante muchos años aguas fecales procedentes de urbanizaciones, en concreto en la zona de los Arroyos. Esto significa que nadie hace las cosas bien: la gestión de las aguas residuales y de las autoridades competentes en autorizaciones de licencias (Ayuntamientos), el propio Canal de Isabel II por su dejadez en denunciar estos vertidos, y nosotros por tirar otra cosa que no sea papel higiénico al váter, incluyendo las dichosas toallitas desechables que son de plástico (no biodegradables) y cuyos fabricantes deberían indicarlo en el envase. 

Somos todos responsables de hacernos las preguntas sobre el impacto de nuestro confort. Hablamos mucho de inteligencia emocional y de la importancia de prestar atención al impacto de nuestras palabras y acciones en los demás. Y con el riesgo de caer en el moralismo, la realidad es que no pensar más allá que la punta de nuestra nariz y no pensar en el daño que causamos en los demás animales, hace que acabemos comiendo y bebiendo nuestra propia basura. Es el efecto bumerang de nuestra desidia y desconexión con la naturaleza.

Otra pregunta que me gustaría volver a traer a colación es la duración de vida de la basura según su composición. Creo que es bueno de vez en cuando recordarlo:

¿Cuánto tiempo tarda el plástico en degradarse?

Entre 150 y 1000 años, dependiendo de su composición. Una bolsa de plástico se degrada en 150 años deshaciéndose en millones de microplásticos, mientras una botella puede tardar un milenio. Un hilo de pescar, de los que encontramos cientos en playas y riberas, tarda unos 600 años. Los globos unos 60 meses, los vasos de plástico de las fiestas, unos 50 años, mientras los cubiertos de plásticos tardan unos 400 años. Muchas generaciones. Y lo malo, es que los pequeños mamíferos y reptiles lo confunden con comida y mueren por nuestra absoluta culpa.

Fuente: https://es.calcuworld.com/cuantos/cuanto-tiempo-tarda-en-degradarse-el-plastico/

¿Y en el medio marino?

Al abrigo de la luz solar, en medios más fríos y con menos oxígeno, los plásticos se recubren de algas y tardan mucho más en degradarse. Además, muchos plásticos vertidos en cursos de agua acaban en los mares y océanos. Muchos, es mucho, muchísimo: el 80% de los plásticos que acaban en el mar provienen de la actividad humana en la tierra: vertederos, actividad humana, turismo, desechos directos en cursos fluviales. 20% provienen de la actividad marina (pesca, barcos de toda índole). Estamos hablando de cantidades increíbles: cada día vertemos 30 millones de botellas y latas que acaban en los océanos. Lo triste es que, aunque lo depositemos en los contenedores amarillos, si los vertederos no están bien gestionados pues…el resultado es el mismo, se va al mar. Debemos preguntar, investigar y protestar. Porque los peces tampoco tienen la culpa de nuestra desidia. Hay plásticos en los fondos marinos, a más de 10 mil metros de profundad. Hay sopas de plástico, así las llaman, concentradas en tres puntos del globo: una en el Índico, dos en el Atlántico (Norte y Sur), y dos en el Pacífico (Norte y Sur). El Mediterráneo no se salva: hasta el 54% de los microplásticos se concentra en la cuenca mediterránea. 

¿Cuál es el impacto sobre la vida marina?

Desastroso. Según Greenpeace, “Actualmente, unas 700 especies de organismos marinos se ven afectados por este tipo de contaminación. Cada año, más de un millón de aves y más de 100.000 mamíferos marinos mueren como consecuencia de todos los plásticos que llegan al mar.”

Fuente: https://es.greenpeace.org/es/trabajamos-en/consumismo/plasticos/como-llega-el-plastico-a-los-oceanos-y-que-sucede-entonces/

¿Qué podemos hacer?

Yo pongo en duda lo del concepto de reciclado. Como sabemos, solo el 9% de los plásticos se han reciclado hasta ahora, mientras el 12% se ha incinerado. El resto ha terminado en la naturaleza o en vertederos, enterrados o no. Yo prefiero reducir al máximo el uso de plástico de usar y tirar. Hay muchas alternativas. Por ejemplo:

  • Evitar comprar productos envasados en plásticos, favorecer los productos a granel, al corte, envueltos en papel. Evitar los comercios que no responden a nuestras preguntas: ¿podemos evitar los envases o al menos reducirlos? ¿Por qué no volver al retorno de envases? ¿Por qué no optar por el vidrio, por el cartón, por el plástico bio-degradable? 

  • Reducir al máximo el consumo, especialmente en el comercio online, a pesar de la tentación de la comodidad. Usan mucho plástico en los envases y su impacto CO2 es enorme.

  • Ir siempre con una bolsa a pasear. Si cada uno de nosotros recogiéramos lo que los demás tiran, como hábito y con la satisfacción de dejar el sitio más bonito que lo que lo hemos encontrado, nuestro entorno sería limpio rápidamente y la gente se lo pensará cada vez más antes de tirar nada al campo. Pensad, si tan solo un 10% de los casi 10.000 habitantes de Colmenarejo recogiera basuraleza sistemáticamente, esto sería otra cosa y nuestro ejemplo sería nombrado a nivel nacional e incluso fuera de nuestras fronteras.

Este ejemplo lo he visto en Estados Unidos, en Madison, cerca de Chicago: el Alcalde ordenó una limpieza a todos los ciudadanos, y en 1 mes la ciudad se convirtió en rutilante. Los americanos, eso sí, cuando se ponen serios, se ponen serios. Para lo bueno y para lo malo.

Nunca es tarde para mantener la esperanza, al fin y al cabo, sabemos que es lo único que quedó en la caja de Pandora. Intentemos todos explicar todo esto a todos los niños y jóvenes, que se lo expliquen a sus padres, y dejaremos de lamentarnos sobre lo guarra que estamos dejando la Tierra para las generaciones futuras.

Un paseo por las estrellas

Colmenarejo, sábado 3 de agosto.

¿En medio del verano, qué mejor plan para un sábado por la noche, que una escapadita para observar el cielo en el campo? Para los enamorados del aprendizaje continuo sobre Naturaleza, en buena compañía y buen humor, desde luego que…ninguno 😊

Es lo que hicimos el pasado sábado, un buen puñado de amigos de Proyecto Verde. La intención era invitar a (al menos) un experto en astronomía, pero todos nuestros intentos fueron en balde: en estas fechas, todos estaban ya disfrutando de sus merecidas vacaciones. Pero no nos desanimamos y tiramos adelante con nuestra iniciativa, confiando en nuestro querido Carlos González-Amezúa, que es una fuente inagotable de conocimientos e historias verídicas, refranes y experiencias para compartir. Incluso recuerdos que al más común de los mortales se nos han esfumado. Y entre todos, esto es lo que hicimos: observar, escuchar, descubrir, tumbarnos en medio del tomillo y de la mejorana, reírnos y pasar un buen rato a pesar de todo…

Allí estuvimos, cerquita de la Universidad Carlos III, en el sitio favorito de los botellones, al pie de una torre de alta tensión, con contaminación lumínica por todos los lados, sin experto. Los planetas tampoco se alineaban…tan solo las luces de los satélites de Elon Musk y otros cientos…hasta que Gonzalo Núñez-Lagos sacó su telescopio y esperó a que Saturno, el planeta de los brillantes anillos, segundo más grande del sistema solar después de Júpiter, decidió levantarse del halo luminoso que formaba la silueta de la Capital.

Mientras Saturno se hacía esperar, Carlos nos contó la historia de un médico astrónomo aragonés, que vivió en Colmenarejo y descubrió un cometa sin jamás haber sido reconocido por ello. Se llamaba Doctor Arturo Bernard Acín, nacido en 1884, médico de formación, astrónomo de afición, que estudió Náutica en Barcelona, fue miembro de la Sociedad Astronómica Francesa desde 1906. En 1919 fue Médico Titular de Colmenarejo, cuando entonces éramos unos 420 habitantes. El pueblo sin duda fue elegido por Don Arturo para poder observar las estrellas. Desde su terraza, tan solo armado de un telescopio de 50 milímetros, la noche del 12 de octubre de 1923, mientras observaba estrellas en la constelación del Unicornio, vio un objeto luminoso que se desplazaba lentamente hacia el Sur y que solo podía ser un cometa. Colmenarejo no tenía teléfono así que decidió esperar al día siguiente para ir a Galapagar a llamar al Observatorio Astronómico de Madrid, el cuál quiso comprobar el descubrimiento, pero la nubosidad lo impidió. Mientras tanto, don Arturo escribió a los observatorios de Lyon y de París, pero las cartas llegaron unos cuántos días más tarde y cuando París comunicó a Copenhague el descubrimiento, ya había sido registrado por un ruso, Dimitri Ivanovich Dubiago, que lo había visto dos días más tarde. Por desgracia, el cometa pasó a llamarse C/1923T1 Dubiago-Bernard en vez de la inversa. Murió en Madrid el 1 de marzo de 1935 a la edad de 51 años, sin gloria. En 1926 hubo una petición por parte de un escritor y director del Diario de Huesca de hacerle un homenaje a Don Arturo, junto a otros dos aragoneses meritorios, pero la petición no fructiferó a pesar del reconocimiento que sí le dieron en San Francisco en el año 1924 junto a Dubiago, por la Sociedad Astronómica del Pacífico, el de otros astrónomos famosos en su época como fue Mario Roso de Luna, o José Comas y Solá, director de la Sociedad Española de Astronomía para España y América, pero también por los vecinos de Colmenarejo, que bien conocían su extenso conocimiento del Universo, de la Literatura, de Música, y de muchos otros campos. ¡Un gran personaje, ilustre pero afable y afectuoso, que bien merece tener una de las calles de Colmenarejo con su nombre!

Casa de Arturo Bernard Acín

Y mientras escuchábamos a Carlos contarnos la historia, vimos unas cuántas estrellas fugaces, formulamos algunos deseos para el Medioambiente de nuestra querida Sierra Oeste, y algunos de nosotros nos quedamos esperando a Saturno…que surgió de repente, tan brillante, con sus anillas casi a la vertical, en el lente del telescopio de Gonzalo.

Con un grito de alegría buscamos al resto del grupo que se había alejado para escuchar otras historias de Carlos en medio del bosque de encinas, y compartimos la visión del espléndido planeta, antes de volvernos para casa a dormir, con un pensamiento de cariño y admiración por Don Arturo, y por todas las estrellas, planetas y cometas que forman nuestra galaxia, incluida nuestra bella tierra que siempre queremos verde y azul.

Coralie

Fuentes:

https://espacioseuropeos.com/2018/03/doctor-arturo-bernard-acin-ii/

https://espacioseuropeos.com/2018/02/doctor-arturo-bernard-acin-medico-astronomo-colmenarejo/