Televisión Española emitió el pasado domingo 29 de Mayo, el reportaje «Contaminación: el ocaso de la luz» (producido por Dox BBC) en el programa «Documentos TV», que ha tenido una gran repercusión en el mundo ecologista, al poner en conocimiento de muchos el fenómeno del «oscurecimiento global», resultado, al igual que el efecto invernadero, de la contaminación atmosférica, pero de efecto opuesto.
El oscurecimiento global se refiere a la pérdida de transparencia de la atmósfera, que produciría un filtrado de los rayos solares, y una consecuente bajada de las temperaturas. El efecto fue observado por primera vez por Gerry Stanhill, un especialista en el diseño de regadíos en Israel. Comparando los registros de cantidad de luz solar actuales con los de 1950 encontró, asombrado, que ésta se había reducido en una cantidad considerable.
Intrigado, Stanhill analizó los datos de otras partes del mundo y aunque encontró que los efectos variaban mucho de un lugar a otro, probó que entre 1950 y 1990 la luz solar había disminuido a un ritmo de entre un 1 y un 2% cada década. Pero su estudio, publicado en 2001, fue recibido con escepticismo. Ahora, el trabajo de otros científicos, con un método absolutamente diferente de medición, ha llegado a la misma conclusión. La comunidad científica ha tomado conciencia de que el oscurecimiento global es una terrible realidad.
En la actualidad nuestro planeta en su conjunto recibe una media del 15% menos de luz que hace 50 años, según Michael Roderick, investigador de la Universidad Nacional de Australia en Canberra, mientras que la niebla que nosotros vemos hoy es aproximadamente un 3% más densa que hace 40 años.
Mientras que la Tierra se recalienta, como así revela la evolución de la temperatura global, lo lógico es que la evaporación de agua aumente también. Sin embargo, el equipo de Roderick ha podido comprobar que a menor radiación solar en la superficie del agua, se produce también menos evaporación y en consecuencia menos precipitaciones.
La combustión del carbón y el petróleo no produce sólo dióxido de carbono, responsable del efecto invernadero, sino también pequeñas partículas de hollín, ceniza y compuestos de azufre.
Todas estas partículas devuelven la luz solar al espacio y afectan a las propiedades de las nubes. Las partículas se convierten en núcleos de condensación de agua, por lo que las nubes contaminadas reflejan mucha más luz solar, que no llega a la superficie de la Tierra.
«Contaminación: el ocaso de la luz» muestra la preocupación de los científicos por un fenómeno que está modificando el patrón mundial de lluvias y puede ser el responsable de las sequías que costaron la vida a miles de personas en África en las últimas décadas del siglo XX. Pero tal vez el aspecto más alarmante es que puede haber inducido a los científicos a subestimar el verdadero alcance del efecto invernadero. El calentamiento global no ha sido tan intenso porque la disminución de la luz solar, el oscurecimiento global, ha contrarrestado sus efectos.
El oscurecimiento global impacta sobre el ciclo del agua: reduce la evaporación y en consecuencia las precipitaciones, lo que resulta particularmente grave para las regiones más áridas.
El oscurecimiento afecta asimismo a la fotosíntesis, tal como lo ha explicado Roderick, afectando así a los bosques, a la agricultura y a la vegetación planetaria en su conjunto.