Hace algunos años saltó la alarma: existe un gas radioactivo, que se concentra en los sótanos de las viviendas construidas sobre rocas ígneas, y que está entre los primeras causantes del cáncer de pulmón.
Entonces se dijo que bastaba con ventilar periódicamente esos sótanos para conjurar el peligro. Y el tema, por lo que respecta a la opinión pública, quedó aparcado. Pero el gas radón sigue ahí, no se ha desplazado ni ha perdido un ápice de su capacidad letal. Aunque los investigadores siguen trabajando en el tema, por ahora no podemos hablar de un conocimiento profundo entre la relación radón-cáncer.
¿Qué sabemos?
El radón es un gas de origen natural. Se produce por la descomposición del Uranio 238 (U238), elemento presente en pequeñas cantidades en los terrenos graníticos y en otras rocas. Se trata de un gas, y por lo tanto, con gran capacidad para filtrarse por cualquier sitio. Debido a que es más pesado que el aire, tiende a concentrarse en las plantas más bajas de los edificios: los sótanos.
El radón llega a la superficie terrestre a través de las pequeñas grietas (diaclasas) de la roca madre. Penetra en la vivienda por el suelo, los orificios de las acometidas, los muros… Si la ventilación es adecuada, su concentración es mínima, no representando (que se sepa) ningún peligro. Pero si el sótano permanece cerrado, o la vivienda se ventila poco, su concentración puede rebasar los mínimos de seguridad, convirtiéndose en un verdadero peligro para la salud.
También sabemos que el gas radón figura entre los primeros causantes de muerte por cáncer de pulmón (detrás del tabaco, por supuesto), y que personas que han sufrido accidentalmente dosis equivalentes a vivir durante 40 años en una casa con concentraciones de 400 Bq/m3, tienen muchas más posibilidades de contraer este cáncer que el resto.
Un estudio realizado por la OCU en marzo de 1999, instaló 106 detectores (dosímetros) de radón en otras tantas viviendas en las que se daban, a priori, condiciones de peligrosidad (situadas en áreas graníticas, viviendas de planta baja o unifamiliares, etc.). Los resultados fueron preocupantes. Un 27% obtuvo concentraciones de radón por encima del nivel de seguridad, y un 5% niveles entre 200 y 400Bq/m3, lo que obliga a tomar medidas correctoras. Una vivienda de A Coruña, con 1.730 Bq/m3 y otra de San Lorenzo de El Escorial, con 950, fueron las más contaminadas.
En Colmenarejo se dan las condiciones geológicas necesarias para que este gas pueda representar un problema: un sustrato de roca ígnea (granito) a escasa profundidad.
Estos resultados muestran que no hay que tomarse las cosas a la ligera, pero tampoco angustiarse, porque la solución es bastante sencilla. En primer lugar debemos dirigirnos a un laboratorio de análisis que realice este tipo de pruebas. Ellos suministran el dosímetro junto con detalladas instrucciones para su colocación. Transcurridos unos meses, retiramos el dosímetro y lo remitimos en un sobre a prueba de radiacciones al laboratorio, que nos devuelve un informe sobre las condiciones de nuestra vivienda.
La solución es fácil
Si las concentraciones de radón son elevadas, deberemos adoptar las medidas necesarias para reducir esa concentración. Éstas no son otras que la ventilación. Si existen ventanas, deberemos ventilar a diario durante al menos un par de horas. Si no las hay o son muy pequeñas, habrá que instalar un sistema de ventilación forzada mediante un extractor. Si disponemos de forjado sanitario (una cámara de aire bajo el suelo de la planta baja) podremos instalar un sistema de extracción en esta zona, que eliminará el radón a medida que el suelo lo vaya liberando.
Interacción “campos electromagnéticos-radón”: un peligroso cóctel
Científicos en la Universidad de Bristol han encontrado nuevas evidencias que podrían ayudar a explicar la relación entre la exposición a campos electromágneticos y la incidencia de ciertos tipos de cáncer. Han descubierto que las líneas eléctricas aéreas pueden atraer los productos radioactivos del radón que se encuentran en el aire normal, aumentando su concentración, conformando un cóctel de posibles cancerígenos que explicaría la mayor incidencia de estas enfermedades en las proximidades de las líneas de alta tensión.
Los descubrimientos han sido publicados en el “International Journal of Radiation Biology”.
Un equipo encabezado por el profesor Denis Henshaw, del Departamento de Física, usó detectores de radiación partícula alfa para medir el decaimiento radioactivo cerca de los cables de energía, los cables de electrodomésticos y de otros equipos eléctricos usuales. El equipo de Bristol descubrió que los cables conectados a un enchufe atrajeron los “descendientes” del radón en una manera parecida a como un imán atrae limaduras de hierro.
Los científicos dicen que los “descendientes” del radón se fijan a las partículas minúsculas de agua y gases que flotan en el aire que respiramos. Estas partículas están polarizadas y son atraídas por la electricidad.
El descubrimiento pueda dar una respuesta a un puzzle médico. Se sospecha desde hace tiempo que los campos electromagnéticos pueden causar el cáncer, especialmente leucemia y cánceres de niños. Pero hasta ahora no se ha encontrado el mecanismo explicativo.
Uno de los resultados más sorprendentes de estos experimentos ocurrió después de haber dejado un tastrak (film sensible a las partículas alfa procedentes de la radiactividad) cerca de un cable de secador de pelo durante seis días. El secador se conectó a un enchufe, pero permaneció apagado. El tastrak mostró evidencias claras de un aumento de “descendientes” de radón. Este descubrimiento incitó a un serie de experimentos adicionales, que se realizaron en el laboratorio, en casas particulares y en pisos. En todos los casos los resultados fueron los mismos: existe una concentración de radiactividad nociva procedente de “descendientes” de radón en las zonas afectadas por campos electromagnéticos (cercanía de los conductores eléctricos).