El río Aulencia, en su camino hacia su desembocadura en el Guadarrama (fuera del término de Colmenarejo, pero a escasa distancia de su linde con Villanueva del Pardillo y Valdemorillo), encuentra a su paso el embalse de Valmayor, que capta sus aguas, más bien escasas aunque artificialmente acrecentadas por las aguas procedentes de la depuradora de El Escorial. Su salida se produce a la altura del dique de Valmayor, en lo que era su camino natural. El caudal en este punto, mínimo ya que casi todo el agua se aprovecha para consumo humano, se ve acrecentado aguas abajo por los aportes de la planta potabilizadora y por las aguas residuales de Colmenarejo. Los primeros han estado durante 25 años asociados a los lodos contaminantes procedentes de la potabilización, y las segundas están aún sin depurar. Con este panorama, es fácil imaginarse cuál es la calidad del agua que lleva este río, una vez rebasada la confluencia con el arroyo de La Peralera, portador de todos nuestros residuos.
Algún kilómetro aguas abajo de este punto, el agua se remansa por la presencia de la presa de Valmenor, o Presa Vieja. Este embalse retiene la mayor parte de residuos contaminantes y el agua que rebosa de su dique está algo más limpia (no mucho más). En verano, el olor en este, antaño, bellísimo embalse es nauseabundo. La descomposición de todas las materias fecales y lodos produce grandes cantidades de metano, que burbujea en la superficie. Pero la Naturaleza posee una enorme capacidad de regeneración, increíble en muchos casos. La pendiente que el río tiene que salvar, garantiza una agitación y oxigenación de las aguas, lo suficientemente intensa como para que unos cientos de metros más abajo, la concentración de oxígeno sea aceptable. Y con el oxígeno llega la oxidación y neutralización de muchos contaminantes, a la vez que permite la respiración a multitud de organismos.
A dos o tres kilómetros del embalse, cuando el Cañón del Aulencia se abre a la llanura que da paso a los campos de cultivo del Pardillo y La Cañada, la fauna presente en el río Aulencia es bastante sorprendente para un río que, a solo dos kilómetros, exudaba metano. Y en esta milagrosa recuperación, tiene mucho que ver la vegetación.
El bosque de galería
Se denomina “bosque de galería” a esos sotos fluviales en que la densa vegetación forma una bóveda sobre el cauce, de forma y manera que éste es prácticamente invisible. Sabemos que existe un río por la cartografía y el serpenteante cordón de verdor que recorre la llanura, pero nada más. Este era —y en buena parte sigue siendo— el tipo de bosque de ribera que tenía el Aulencia a su paso por nuestro municipio. La vegetación actúa en una múltiple vertiente: por un lado, evita la insolación excesiva del agua, que conllevaría un descenso peligroso del contenido de oxígeno. Además, retiene y filtra gran cantidad de desperdicios y contaminantes, y finalmente, protege las riberas de la erosión, manteniendo un agua limpia de lodos y tierra en suspensión. Con la vegetación llega la fauna. Desde los que se alimentan de ella hasta los depredadores. Incluso animales como el zorro, se aprovechan de las cosechas de mora y escaramujo silvestre, tan abundante en estos sotos. Además, este corredor biológico natural, es la autopista de los intercambios genéticos de las especies. Gatos monteses, zorros, turones, galápagos, ginetas, etc, aprovechan el anonimato que brinda su espesura para colonizar nuevos territorios. Y buena parte de las pequeñas aves migratorias no serían capaces de desplazarse a sus cuarteles de invierno si no fuera por estos sotos, que les permiten recorrer, de salto en salto y rama en rama distancias que de un solo tirón serían incapaces de atravesar.
Y con la riqueza botánica y biológica llegan los grandes vertebrados: el búho real, el gato montés, la nutria (hasta no hace mucho)… incluso el lince ha podido en tiempos no muy lejanos visitar nuevos cazaderos utilizando estos corredores naturales.
Llegan la sierras
A finales de marzo de 2000, la Consejería de Medio Ambiente encomienda a la empresa Tragsa (un gigante empresarial, con ramificaciones en casi todas las administraciones y partidos políticos, y con una historia y actividad a sus espaldas que suscita muchas dudas a muchas personas y colectivos) la limpieza de las riberas de los ríos Guadarrama y Aulencia comprendidas en el Parque Regional. Cuando la actividad llega a Colmenarejo, es detectada por nuestros socios y salta la voz de alarma: No se está limpiando el río; simplemente se está destruyendo el bosque de ribera.
Tratamos de entrar en contacto con la administración responsable, pero sin éxito (en aquel entonces nadie sabe en la Comunidad de Madrid qué es Proyecto Verde). Entonces enviamos un escrito a la alcaldesa de Colmenarejo para que se lo haga llegar al Director General del Medio Natural (carta Alcaldesa). La alcaldesa se pone en contacto con la Comunidad de Madrid y les hace llegar un escrito nuestro, denunciando la improcedencia de las obras y la destrucción de un entorno de gran interés ecológico. El director general nos remite un informe técnico de los responsables, informe que no tiene desperdicio y que nos da pie para elaborar un completo dossier, que presentamos personalmente a D. Juan del Álamo, Director General del Medio Natural (hoy Viceconsejero de Medio Ambiente). En esa entrevista se consigue que la Comunidad de Madrid de marcha atrás, se detengan completamente los trabajos de limpieza en el Aulencia, y los que se realicen en otros puntos del Guadarrama se limiten a la limpieza de suciedad y basuras y sean supervisados por expertos de Ecologistas en Acción, Adena y Proyecto Verde, como así fue.
Además, logramos el compromiso de la Administración de organizar unas Jornadas científicas sobre “tratamiento de riberas” destinadas a técnicos y personal de la propia Consejería, como también así se hizo.
El dosier que motiva esta radical rectificación de la Comunidad de Madrid (informe Aulencia) moviliza unos recursos humanos sin precedentes. Logramos el apoyo y la colaboración no solo de miembros muy cualificados de nuestra asociación y de otros colectivos ecologistas, como Ecologistas en Acción y Adena, sino de de los principales —y escasos— expertos en esta materia: Alberto Fernández Lop, Marta González del Tánago, Agustina Sterling, Eugenio Rico y Francisco Lara.
Las consecuencias que esta limpieza habría podido tener para el ecosistema del Aulencia habrían sido terribles, y hubieran supuesto en la práctica la destrucción de este bosque de galería, uno de los últimos de toda la comunidad de Madrid.
Aún hoy, aquellos que se acerquen al sur del municipio, pueden observar cómo un tramo del río es perfectamente accesible debido a la destrucción de su vegetación, algo que antes solo podía realizarse en dos o tres puntos de su trayecto. Aguas arriba, en dirección al Cañón del Aulencia, se advierte el punto en el que fueron detenidos estos desbroces, salvando así el hábitat de numerosas especies de aves, mamíferos, reptiles y anfibios.
La regeneración natural de zarzas y vegetación palustre conducirá en un plazo de pocos años a recuperar la zona afectada.