Nuestro pequeño protagonista es un ser crepuscular, y esto, unido a sus costumbres silenciosas y solitarias, nos hace pensar que es más raro de lo que realmente es. El erizo común (Erinaceus europaeus) es un mamífero insectívoro de pequeño tamaño, entre 20 y 30 cm, con el cuerpo rechoncho armado de púas que le dan un aspecto inconfundible. Estas púas, que pueden alcanzar 3 cm, son pelos transformados que constituyen su principal medio de defensa, tan efectivo que les evita tener que huir ante el peligro. Cuando se sienten amenazados se enrollan sobre sí mismos a modo de bola, gracias a su potente musculatura, confiriéndoles una notable inexpugnabilidad frente a sus depredadores.
La coloración del cuerpo es parda aclarándose hacia los flancos y el vientre, el hocico es puntiagudo y las patas y la cola muy cortas. Se diferencia del erizo moruno por su mayor tamaño y por su distribución más septentrional.
Los erizos son una especie que habita principalmente en zonas arbustivas con árboles de hoja caduca, aunque podemos encontrarlos en zonas de pastizal o campiñas, más concretamente viviendo al amparo de los setos que delimitan parcelas de terreno.
Es un animal onmívoro que basa su alimentación en los invertebrados (escarabajos, larvas de insectos, lombrices y caracoles) lo que les hace grandes aliados de la agricultura. Cuando escasea la comida no desprecia pequeños vertebrados como anfibios o reptiles e incluso huevos y pollos de aves, incluso no hace ascos a frutos que caen maduros al suelo.
La actividad de este curioso mamífero se centra en las horas nocturnas durante las que campea por su territorio en busca de alimento.
Aunque son activos durante la primavera y el verano, la mejor época para poder observarlo es el otoño, ya que en esta estación se encuentran muy ocupados alimentándose vorazmente para acumular grasas para su hibernación. Los erizos se aletargan en invierno cuando las temperaturas están por debajo de los 10ºC, momento en el que buscan refugio entre la vegetación tupida, troncos amontonados, grupos de piedras o madrigueras de otros animales.
La época de reproducción puede variar en la península dependiendo de las condiciones climáticas, pero generalmente en abril ya se pueden encontrar camadas. Los pequeños erizos vienen al mundo ciegos, con sus púas blandas y de color blanquecino, en un nido construido por la hembra. Se alimentan de la leche materna durante un mes, momento a partir del cual ya se pueden independizar.
El erizo cuenta con numerosos enemigos, sobre todo en sus primeros meses de vida. Zorros, tejones y perros pueden llegar a abrir su pequeña fortaleza, al igual que algunas águilas y el búho real.
El hombre también incide sobre su mortalidad ya que por un lado los cazadores le han perseguido en algunas regiones por el hecho de ingerir ocasionalmente huevos y pollos de algunas aves cinegéticas, a pesar de que los daños a la caza menor debidos al erizo son ínfimos. De igual modo, en el País Vasco y Portugal se ha cazado tradicionalmente para hacer un guiso al que se le atribuyen propiedades curativas. En cualquier caso, la captura directa de erizos por el hombre no supone ningún riesgo para sus poblaciones. Otra cuestión son los atropellos en la carretera y los pesticidas, que suponen dos de las principales causas de su mortalidad, tanto, que en algunos países europeos ya se le considera como una especie rara, mientras que hace unos años era una especie de lo más común. Los atropellos se producen en primavera y verano y las víctimas son, como ocurre en todas las especies, los más jóvenes, a los que además de su torpeza al andar se les suma su inexperiencia.
Los erizos abundan en la actualidad en parques y jardines de zonas edificadas. En Colmenarejo ha sufrido un retroceso en sus poblaciones, aunque todavía podemos verle. Si escuchamos en silencio, quizá oigamos sus ronquidos al dormir, los graznidos de las crías y los silbidos de las madres llamando a sus pequeños hijos.