El petirrojo es, seguramente, uno de los pájaros en los que la curiosidad se encuentra más desarrollada. Muchos de nosotros nos hemos visto sorprendidos cuando, tras unos minutos de trabajo invernal en el jardín, removiendo tierra, cavando o podando alguna zona, hemos recibido la visita de esta ave que, desde un apostadero cercano, arbusto, poste o cerca, espera nervioso a que terminemos nuestra tarea para abalanzarse sobre la zona trabajada para buscar alimento.
El petirrojo (Erithacus rubecula), también llamado pit-roig en Cataluña y txantxangorri en el País Vasco, es un ave paseriforme de la familia de los Túrdidos, vulgarmente llamados tordos. En esta familia también se incluyen las collalbas, tarabillas, zorzales, ruiseñores, colirrojos, roqueros y mirlos.
Este pajarillo de unos 15 cm de altura, es rechoncho, marrón uniforme en las partes superiores, rojo anaranjado en el cuello, cara y pecho y vientre blanquecino. Los jóvenes, hasta que mudan por primera vez sus plumas, son de color gris-pardo moteado. Tiene las patas delgadas y largas y los ojos grandes y negros, lo que le confiere un aspecto amigable. Y sin embargo, el petirrojo tiene un espíritu belicoso, ya que son aves que defienden violentamente su territorio frente a otros de su misma especie, sobre todo en época de cría. Su canto inconfundible está formado por un “tic” que nos recuerda, cuando lo repite varias veces, a cómo suena un reloj de juguete (tic-ic-ic…).
Se alimenta de insectos, lombrices y pequeños invertebrados, que busca dando saltitos por el suelo, para lo cual utiliza su fino pico tan diferente del pico grueso que poseen los granívoros como el gorrión o el jilguero. No obstante, en invierno amplía su dieta a semillas, bayas y frutos, e incluso no desdeña picotear restos de pan colocados en un comedero en el jardín.
Más frecuente en invierno
Durante los meses fríos es más frecuente observar a los petirrojos en nuestra Península debido a la migración que éstos realizan a finales de agosto desde zonas europeas para pasar el invierno, con lo que la población que vive sedentaria en nuestro país se ve incrementada por estos visitantes que acuden en busca de lugares más cálidos. Migran de noche y descansan y reponen fuerzas durante el día, aunque en este viaje muchos pierden la vida presa de los cepos y los cebos envenenados que les esperan en los sotos y bosques, a pesar de ser totalmente ilegales.
En los meses primaverales los petirrojos se muestran más esquivos y es mucho más difícil observarlos ya que la cría empieza a finales de marzo y continúa hasta primeros de junio. Cría en bosques espesos de pinos o robles con o sin matorrales y ocasionalmente en plantaciones, huertos y jardines. Hace su nido en agujeros de tocones de árboles o a baja altura en los troncos, en taludes, entre raíces o matorrales bajos y en ocasiones, en paredes de edificaciones. El nido lo construye la hembra y está formado por un tazón fabricado con hojas secas, hierba, musgo y raíces finas
El aprovechado cuco
Normalmente ponen cinco o seis huevos dos o tres veces en la época de cría, que sólo son incubados por la hembra, alimentada ésta por el macho. Los pollos tienen plumón de color gris oscuro y la boca naranja y amarilla para llamar la atención de sus padres, que son los que los cuidan y alimentan. Al cabo de once o doce días abandonan el nido, aunque en ocasiones sólo es un pollo el que lo hace, el del cuco. Y es que el cuco es un ave que parasita el nido de otros pájaros, generalmente mucho más pequeños que él, siendo el petirrojo uno de los hospedadores más frecuentes en el norte de España. De este modo, el pollo adoptado se deshace de sus hermanastros petirrojos tirándoles del nido o simplemente recibiendo todo el alimento que traen al nido sus padres adoptivos abriendo su enorme boca.
Cuando acaba el verano, mudan su plumaje y renuevan el canto, melancólico y muy agradable que marca sus territorios de invernada, cada individuo separado de sus congéneres, defendiendo cada cual su parcela exclusiva, que puede ser nuestro jardín si habilitamos un comedero.
Es un pájaro popular por ser abundante y familiar con el ser humano y también, si preguntamos a los más mayores, por la leyenda que comparte con la golondrina, de haber quitado las espinas de Cristo en el Calvario, salpicándole la sangre el pecho, que para siempre lucirá de rojo anaranjado.