En la primavera del 2000, Roberto y Carlos dieron una charla a los chavales del colegio (entonces solo había uno) sobre las aves. Les pusieron diapositivas, llevaron plumas y nidos y se entabló un coloquio muy instructivo para todos. Se sacaron importantes conclusiones.
La primera la conocen todos los padres, y es que los chavales tienen una extraordinaria facilidad para aprender y asimilar, no solo datos sino sobre todo ideas y conceptos.
La segunda que aún existe un porcentaje importante (en torno a un 5-8%) de chavales que practican juegos tradicionales que son una importante amenaza para nuestras aves (robar huevos, coger pollos, usar la escopeta de perdigones…). Fue muy interesante observar cómo al principio de la charla, los chavales más proclives a este tipo de “hazañas” se erigían en los héroes, contando sus experiencias. Hacia el final del coloquio eran sus propios compañeros quienes les recriminaban estas conductas.
Este tipo de charlas son muy importantes porque el biólogo (una persona mayor, muy preparada, perfecta conocedora del tema) sustituye como modelo al chaval travieso que roba nidos o caza pajarillos. La mayoría de niños prefieren identificarse con ese señor que sabe tantas cosas de las aves que con su compañero de pupitre, que lo único que sabe es matarlas.
En estas conductas casi siempre encontramos un padre que alienta o estimula estas conductas tan perjudiciales para el medio natural.