Así comenzaba una vieja canción de la Transición. Y el Pueblo habló, después de 40 años de silencio. Desde entonces ha llovido mucho, y a aquella primera consulta electoral le siguieron otras, y la sensación de que los ciudadanos estábamos dibujando libremente el futuro de nuestra sociedad se acabó apoderando de todos, hasta de los que habían sido más críticos con el proceso. Muchos de nosotros pensamos, con entusiasmo, que a partir de entonces ya nada se podría hacer de espaldas al Pueblo, y que desde la más pequeña pedanía hasta en la capital del reino, serían los ciudadanos quienes decidirían su modelo de sociedad. Pero pronto íbamos a darnos cuenta que la democracia y la libertad nos son metas que se alcanzan sino senderos por los que se camina. Y que elegir a un candidato cada cuatro años, de entre tres o cuatro posibilidades, era mucho mejor que no elegirlo, pero no tan bueno como para sentarnos, satisfechos, a contemplar nuestra obra.
En algunos pueblos, el poder político local pronto se demostró incapaz de dar soluciones a los problemas de sus ciudadanos. Y sin saber muy bien cómo, los pueblos en los que algún sector social ostentaba fuertes intereses económicos, se fueron convirtiendo, poco a poco, en algo que casi nadie quería. Si preguntamos a los vecinos de Galapagar o de Villalba si su pueblo es el que habían soñado hace 25 años, la mayoría contestarían que ni de lejos. De ser pequeños y tranquilos pueblos residenciales, han pasado a ser ciudades caóticas, densificadas, sin otro planeamiento que no sea el puramente especulativo. Pueblos que han copiado lo peor del modelo urbano e industrial de las grandes ciudades, modelo que incluso estas urbes ya han abandonado hace años. ¿Cómo es posible, entonces, que los pueblos crezcan de forma y manera contraria a los intereses de sus ciudadanos, que supuestamente, son los que deciden?
Colmenarejo no es una excepción. Aunque, de momento, estamos lejos del “horror” en que se han convertido otras localidades cercanas, los indicios apuntan claramente en su misma dirección. La voz de los que, de una u otra manera, están llamados a dirigir los destinos políticos del municipio, van en ese sentido. Y poco importa que sean de derechas o de izquierdas. Supuestas verdades incuestionables, como: “este es el progreso”, “todos tienen derecho a vivir en Colmenarejo”, “hay que dar trabajo a nuestros jóvenes”, etc. se oyen con mucha frecuencia, apoyando un crecimiento que en la práctica solo se centra en una única cosa: hacer casas. La cultura, la participación, las zonas verdes, la defensa de nuestro medio ambiente, la sanidad, la política de inserción de inmigrantes, la educación… todo eso también es crecimiento y riqueza. Hacer casas es muy rentable para algunos ciudadanos y para el ayuntamiento. Pero hay otras muchas cosas que son muy rentables para todos.
Difícilmente pueden nuestros políticos darnos el pueblo que deseamos, cuando no saben qué es lo que verdaderamente queremos. Por ejemplo, algunos concejales de nuestro ayuntamiento están convencidos que Colmenarejo vive de la construcción, cuando sólo el 14% trabaja en este sector, y es un porcentaje que ha ido decreciendo año a tras año, conforme el pueblo aumenta su población.
Un voto cada cuatro años no es un contrato de adhesión inquebrantable. En Colmenarejo (como en todas partes) todos creemos conocer la voluntad general. Desde políticos pasando por colectivos ciudadanos y asociaciones, todos sabemos lo que quiere Colmenarejo. Y probablemente todos nos equivoquemos por la sencilla razón de que nadie se ha molestado en preguntar. Nuestros políticos prefieren “interpretar” antes que “conocer”. Quizá por que si supieran lo que verdaderamente queremos no tendrían más remedio que dárnoslo.
Cuando se presentó APIC, la hoy alcaldesa habló de recuperar el viejo espíritu de consenso y participación social en las decisiones políticas; incluso mencionó el viejo Rondón, como foro para que los ciudadanos pudieran expresarse en asambleas multitudinarias.
Queda un año escaso de legislatura. El próximo equipo de gobierno deberá (por lógica y por mandato legal) elaborar un Plan General de Urbanismo. Y ese plan va a decidir cómo será el Colmenarejo del futuro. Queremos que se cuente con los ciudadanos, porque nos jugamos mucho. No queremos que se nos interprete, ni que se diga que como hemos votado a tal o cual persona hemos depositado en él nuestra confianza para que decida lo mejor para el pueblo. ¡No; en absoluto! Queremos que se haga una consulta completa, mediante encuesta, formulario o referendo, con rigor científico, para saber cómo somos y que modelo de Colmenarejo queremos para el futuro.
Desde este espacio que gentilmente nos ha cedido el ayuntamiento, queremos pedir al equipo de gobierno, y en especial a APIC, que recupere el discurso de la anterior campaña electoral, y deje sentadas las bases para que el futuro de Colmenarejo quede depositado en quien ostenta la verdadera soberanía: los ciudadanos de Colmenarejo. ¡Que hable el pueblo!
PROYECTO VERDE DE COLMENAREJO