
Tratar de convencer a cualquier persona que posea una casa en el campo, de que las avispas son unos amigables insectillos que para nada interfieren en nuestras actividades al aire libre, sería una tarea vana a la vez que una falacia. La avispa, es seguramente, el insecto más odiado de cuantos comparten su hábitat con los que poseen una casa con jardín. A principios de la primavera, las avispas hembra fecundadas (que son las únicas que han sobrevivido al invierno) se constituyen en reinas y comienza la construcción del panal o avispero. Esta tarea corresponde a las obreras que han nacido con los primeros calores. Arrancan trozos de madera con sus poderosas mandíbulas, que trituran y mezclan con saliva produciendo auténtico papel artesanal con el que fabrican sus panales (recordemos que las abejas los hacen con cera).
Avispas molestas
En sus celdillas se dedican a cuidar de las crías, a las que alimentan con todo tipo de insectos que cazan frenéticamente (tarea considerada como beneficiosa). Son los meses de primavera y buena parte del verano, cuando las avispas están demasiado ocupadas como para darnos la murga. Pero hacia finales de agosto, las crías ya están creciditas y el trabajo en el avispero es mínimo. Es entonces cuando la colonia empieza a disolverse y miles de avispas obreras y zánganos vagan por nuestros jardines, molestando, comiendo todo lo que encuentran, metiéndose en los platos y, si las dejamos, hasta en nuestra boca, buscando cualquier cosa que comer. Se tornan pesadas, molestas… Impiden disfrutar de un agradable almuerzo en el jardín y consiguen ganarse —justificadamente— nuestro odio.
Pero lo más grave de todo es que tan íntimo contacto con nosotros deriva con harta frecuencia en picaduras, porque son de “gatillo fácil”, al contrario que las paciente abejas. Y la picadura de avispa puede no ser nada o puede ser muy peligrosa en personas alérgicas.
Avispas discretas
Estas avispas que nos amargan el aperitivo dominical en los meses de agosto y septiembre, pertenecen a la familia de los Véspidos y son avispas sociales, con castas.
Pero hay otras avispas, muy similares a veces, e incluso de esta superfamilia, que viven solas, no tienen obreras y nunca molestan. Algunas son muy parecidas, otras no. Las hay pequenísimas y las hay grandes y de aspecto venenosísimo. Pero todas son escasas y enormemente tímidas, por lo que jamás osarán “echarle el diente” a nuestra tapa de “pata negra”. Muchas viven en galerías que práctican en los suelos arenosos; otras construyen nidos con barro, en ocasiones verdaderas vasijas con su cuello estrechado y una boca amplia y abocinada: Dignas de verse.
¿Cómo diferenciar unas de otras?
Cuando poseen un aspecto similar, las avispas “molestas” se distinguen porque posadas pliegan sus alas, mientras que las otras las dejan extendidas. Y si no se parecen, es fácil distinguir a las buenas: No son como las malas.
Zapadoras, alfareras, albañiles…
Dentro del amplísimo grupo de las avispas —llamémoslas— solitarias, existen verdaderas maestras en el arte de la construcción. Muchas excavan nidos subterráneos de hasta un metro en los montones de arena que olvidamos en el jardín. Son las menos “mañosas”. Otras fabrican pequeños nidos con el barro que transportan en sus diminutas mandíbulas. Y otras, crean verdaderos edificios con habitaciones y todo.
Estas construcciones están destinadas a albergar primero a sus huevos y después a las crías que logren sobrevivir. Cuando nazcan, ella no estará para verlo, por lo que una vez puestos los huevos deja víveres suficientes para que las avispitas se desarrollen lo suficiente como para romper la entrada del nido y lanzarse a la vida exterior, ya fuertes y grandes. Hay dos tipos de víveres predilectos: Arañas y orugas. Antes de tapar el nido la avispa se lanza a la busca y captura de una araña o una oruga —según la especie de avispa— que paraliza con su aguijón e introduce en el nido. Cuando nazcan las crías dispondrán de abundante carne fresca; un poco truculento pero práctico. Ver a una avispa cazadora de arañas perseguir una pobre araña para llevarla al nido es todo un espectáculo. A nosotros, particularmente, nos cae más simpática la víctima, y como en esta batalla lleva las de perder, en más de una ocasión hemos interferido en los designios de la madre Naturaleza y hemos salvado la vida de una araña acosada, escondiéndola en algún lugar. La pobre araña, al sentirse amenazada por un depredador conocido y directo —la avispa— es presa del terror y en lugar de correr salta, para tratar de esquivar los aguijonazos. La oruga lo tiene mucho más crudo, porque su escasa movilidad le impide ningún tipo de maniobra evasiva.
Muy pocos enemigos
Las avispas tienen pocos enemigos naturales. Sus llamativos colores —combinaciones del negro, el rojo y el amarillo— es un código universal en el reino animal que quiere decir: “Peligro; sabor repugnante”. Porque además de ser capaces de picar, encima son malos comestibles, por lo que su población llega a ser casi una plaga en los meses de agosto y septiembre. Al llegar el frío, sólo las hembras fecundadas sobreviven, y esto hace que la población no se dispare. Pero esta proliferación se da sólo en las avispas sociales —las molestas— mientras que el resto mantiene una población incapaz de representar un peligro para nadie.
Un consejo
Si le pica una avispa lo mejor que puede hacer es colocarse inmediatamente una bolsa con hielo en el lugar afectado. Manteniéndola durante veinte minutos no se produce ni dolor ni hinchazón.
El petirrojo es, seguramente, uno de los pájaros en los que la curiosidad se encuentra más desarrollada. Muchos de nosotros nos hemos visto sorprendidos cuando, tras unos minutos de trabajo invernal en el jardín, removiendo tierra, cavando o podando alguna zona, hemos recibido la visita de esta ave que, desde un apostadero cercano, arbusto, poste o cerca, espera nervioso a que terminemos nuestra tarea para abalanzarse sobre la zona trabajada para buscar alimento.
Los insectos o hexápodos son el grupo de artrópodos con más éxito, desde el punto de vista biológico, en la faz de la tierra. Ningún otro colectivo de seres vivos tiene tal variedad de formas, colores, funciones y hábitats. Constantemente se están describiendo nuevos insectos y algunos autores piensan que es posible que el número de especies ronde los treinta millones.
Las tijeretas son insectos alargados, pardos o rojizos brillantes, que miden entre 1 y 1,5 cm de longitud. Tienen las alas posteriores protegidas por las anteriores que se han transformado en unos élitros duros y córneos, característica que comparten con los escarabajos.

Para ejemplarizar cómo hasta el ser más horrendo debe ser amado y respetado, la literatura infantil eligió al pobre sapo como paradigma de todo lo feo y repugnante. Bien es cierto que con afán educativo, porque bastaba un simple beso para convertirlo en un apuesto príncipe casadero.
La leyenda negra del sapo hunde sus orígenes en su presunto carácter venenoso. El sapo, como todos los anfibios, tiene unas glándulas en la piel capaces de segregar una sustancia maloliente y tóxica que llega a afectar las mucosas del ser humano. Es un animal poco apetitoso y por ello le respetan casi todos los depredadores. Pero una cosa es disponer de las armas y otra muy distinta utilizarlas. Los animales no son tontos y no se dedican a derrochar sus exiguos medios de defensa. Si se les trata con delicadeza o, simplemente, no se les trata, la mayor parte de animales potencialmente peligrosos son completamente inofensivos. Pero volvamos al sapo.
Con su alegre canto dan un toque de alegría en las noches, aún frescas, de la primavera. Son graciosas y mucho más apreciadas que sus primos, los sapos. Las ranas forman parte de ese nutrido grupo de animalillos que conviven con nosotros durante la infancia, formando parte de nuestros juegos y travesuras, y un buen día, mirando atrás, nos damos cuenta de que ya han desaparecido de nuestras vidas, sin saber cuándo exactamente ni cómo.
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, el grupo de los artrópodos es el más numeroso de cuantos existen en la Tierra, ya que unas tres cuartas partes de las especies conocidas se incluyen dentro de este grupo.
La mayoría de nosotros no la verá jamás, como no sea en un documental televisivo. Su existencia pasará tan desapercibida que, incluso después de leer este artículo, albergará serias dudas de que tal animalejo conviva con usted y su familia. Y, sin embargo, es muy probable que dé cobijo en su jardín a la voraz y agresiva musaraña.
Para empezar, Musi sabía mantener constante su temperatura (hay paleontólogos que afirman que los dinosaurios también lo hacían, pero no hay pruebas), lo cual es una enorme ventaja para colonizar cualquier tipo de ecosistema. También era capaz de hacer algo que entonces nadie sabía hacer: parir crías desarrolladas, en contraposición a los huevos que ponían, por ejemplo, los reptiles. Y hacía algo más: las alimentaba con un líquido muy nutritivo que segregaban unas glándulas que tenía en su milimétrico pecho. En la actualidad esto de parir una o varias crías y darles de mamar parece de lo más normal, pero en aquellos tiempos nadie sabía hacerlo. Pronto se vio que el sistema era muy exitoso. Permitía a los hijos de Musi crecer en su interior, seguros y a salvo, hasta alcanzar un desarrollo razonable. Una vez fuera de su madre, disponían de comida abundante y de gran calidad al alcance de la mano. De esta manera sus posibilidades de sobrevivir eran mayores que las de sus gigantescos vecinos, que tenían que buscarse la vida nada más eclosionar (eso, si un Oviraptor no los engullía cuando todavía eran huevo).
Desde un rincón oscuro y difuso de la estancia, unos pasos denotaron la presencia odiada. El azogue mudo de los espejos y el olor azufrado, mezclados con el hedor de materia en descomposición no dejaban lugar a la duda. La sombra se disipó lentamente y ante nuestra aterrorizada mirada, él, Nosferatu, se mostró en toda su fealdad. Abrió su capa, tomó la forma del vampiro y alzó el vuelo, dejando atrás el castillo y nuestra inocencia perdida
Comments
muy buena descripción de la causalidad en la evolución de murci
Aunque para mi le sobra la primera parte, me parece que el artículo bosqueja perfectamente gran parte de la solución del misterio de la evolución del muriciélago. Hoy en día este animal sirve de triste referencia a los creacionistas para «argumentar» a favor del designio inteligente contra la selección natural. Sin embargo, lo que subyace en el artículo, la competencia con las aves, partiendo de las musarañas (tres especies nocturnas utilizan ecosonidos para comunicarse), y la absoluta necesidad de poder seleccionar este nicho antes que ellas, bosquejan una posible solución al enigma de por qué no fué un ave, sino un mamífero semi-preparado, el que colonizó el nicho de los insectos nocturnos. Sería precisamente esto, estar colocado en la línea de salida en ventaja frente a las aves por los ecosonidos, lo que hizo mejorar, probablemente en paralelo, el vuelo y el radar a esas musarañas originales sin que las aves pudieran evolucionar tan rápido.
El misterio de la falta de fósiles, posiblemente porque los restos quedan atrapados en troncos o cuevas, se irá desvelando sin duda en el futuro.