El abejorro

Domingo, 12 de la mañana, hora de Greenwich. Urbanización Las Quirogas, (Colmenarejo). La familia Benítez está en el jardín. La madre, subida a una silla, está cortando algunas rosas para adornar el salón. El padre, recostado en una tumbona, lee el Marca mientras se bebe una cerveza. El niño, sentado en su orinal con forma de pato, se entretiene despachurrando cuantas hormigas pasan frente a él. El silencio es total, apenas interrumpido por el suave zumbido de algún insecto.De repente, Manolito deja de hacer fuerza, olvida a las hormigas y gira la cabeza. También su padre ha percibido algo y levanta la vista del periódico. Un ligero temblor sacude la columna vertebral de la madre y la piel de sus hombros se torna de gallina clueca.

Procedente del parterre de petunias, un rumor sordo preludia la tragedia. En un momento, el rumor se torna estruendo, y se aproxima a gran velocidad. La madre, angustiada, mira a su hijo. Manolito, asustado, gira tanto la cabeza que pierde el equilibrio y rueda por el suelo. La madre se tambalea y cae sobre el pato, que vuela por el aire, lanzando a los cuatro vientos el producto de la esforzada tarea del niño. El padre, viendo venir hacia él semejante lluvia, suelta la cerveza, tira el periódico y trata de levantarse para huir, pero ya es demasiado tarde y cae al suelo, junto a su mujer, su hijo, el pato y lo que queda del trabajo de Manolito. Asustados y aturdidos se miran unos a otros:

¿Qué ha sido eso?, balbucean.

Simplemente, ha pasado un Bombus.

Muy beneficioso

El simpático abejorro que ha sembrado el pánico en casa de la familia Benítez, es un insecto pacífico, incansable libador de néctar, al que solemos ver atiborrado de pólen. Llegan a cargar el 60% de su peso, lo que es muy considerable si tenemos en cuenta que deben poder volar con dicha carga. Por eso, en ocasiones, tenemos la sensación de que les cuesta levantar el vuelo de la flor, emitiendo un zumbido ronco y pesado que denota unos motores a pleno rendimiento.

El Bombus —su nombre científico le viene al pelo— pasa de nosotros. Aunque posee un aguijón como sus hermanas las abejas, es muy raro que pique, porque es enormemente tranquilo. Si lo hace, su picadura no es peor que la de su pariente, aunque su aspecto haga pensar lo contrario. No es ésta la única similitud con la abeja. Se trata, como ella, de un insecto sociable, que forma colonias —aunque mucho más reducidas— que fabrica cera y miel, y que colabora en la polinización en gran medida por lo que debe ser respetado y protegido. Pero la vida del bombus tiene ciertas particularidades.

Bajo tierra

El ciclo anual de nuestro abejorro comienza con una hembra, que podríamos llamar reina. Ella es la única de la colonia que sobrevive al invierno, recogida en su madriguera. Hemos dicho bien; madriguera. Cuando llegaron los primeros fríos, el resto de individuos comenzaron a morir mientras ella salió a buscar un nuevo nido, generalmente una madriguera abandonada de ratón o topo. En ella transcurre el invierno, dormida. Al llegar la primavera, despierta y durante varias semanas, se dedica a acondicionar el nido con trocitos de musgo, hierba seca, madera… y con ellos forma una bola. Cuando la ha terminado, sale a recolectar una gran carga de néctar y pólen, con los que fabrica el llamado “pan de abeja” que deposita en su bola.

Entonces pone unos cuantos huevos (no más de doce) y recubre todo con una capa de cera. También con cera fabrica un tejadillo para proteger el conjunto. Finalmente, moldea un recipiente que rellena con miel por si vienen días lluviosos y no puede salir a recolectar. A continuación se coloca sobre los huevos, dándoles calor, hasta que eclosionan. Las larvas se alimentan del “pan de abeja” y en quince días ya son unas mocitas listas para salir al mundo. Toda la camada son obreras, estériles. La reina seguirá poniendo más huevos, y las nuevas obreras serán cada vez más y más grandes. Al llegar el otoño, de los huevos emergen machos y hembras fértiles (reinas), que después de aparearse buscarán un nuevo lugar para invernar y así continuar el ciclo.

Otros hábitos

Aunque la mayor parte de abejorros llevan la vida que acabamos de describir, algunos anidan en los árboles, aprovechando nidos de ave abandonados. Pero la mayor parte de Bombus son cavernícolas, formando colonias subterráneas que pueden llegar a los 300 individuos. De manera que si ve un agujerito en el suelo cuídese de juguetear con un palito o puede llevarse un buen susto.

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