La típula. Nacida para el amor

 

tipula

La típula es algo parecido a un mosquito gigantesco, repugnante, patilargo… e inofensivo.

Habrán visto con frecuencia unos grandes mosquitos, de hasta 60 mm de envergadura, con unas patas enormes que cuelgan con dejadez y un vuelo torpe que les lleva a darse contra todo y contra todos. El batir de sus alas produce un roce ruidoso muy diferente del molesto zumbido de los mosquitos.

En realidad, la típula no es un mosquito, aunque su aspecto parece indicar lo contrario. Los científicos se refieren a ellas más como a moscas que a mosquitos. De esta manera, el nombre vulgar de mosquitos se lo dejan a los Culícidos, los verdaderos mosquitos o cínifes, todos ellos chupadores de sangre y responsables de infinidad de graves enfermedades que asolan a los países tropicales. En España, la Leishmaniosis, enfermedad incurable que se está haciendo muy común entre los perros, está transmitida por un mosquito, y puede excepcionalmente afectar al hombre. Algunos mosquitos son causantes de picaduras dolorosísimas, como el temible Theobaldia annulata, varias veces menor que nuestra típula y cuya picadura es una de las más dolorosas que puede producir un insecto por nuestras latitudes, llegando en ocasiones a causar ampolla e hinchazón muy serias. Estas picaduras tan aparatosas suelen acontecer durante la noche y se atribuyen frecuentemente a las pobres arañas, que no pican prácticamente nunca.

Pero nuestra típula no es de esta clase de insectos, ¡ni muchísimo menos! Ella no vive del prójimo, ya sean personas, perros, gatos o ganado. Se alimenta exclusivamente de materia vegetal en descomposición. Vamos, que la vista de la sangre le marea. Y lo que come lo come en cantidades ínfimas. Incluso algunos consideran que no comen nada. No se extrañen, porque en el mundo de los insectos son varios los que no comen nada en fase de insecto bien desarrollado. Puede que las típulas estén entre ellos.

Eso no es un aguijón

Uno de los motivos del miedo que despiertan estos inofensivos insectos, es la prolongación en punta de su abdomen, algo que a simple vista muchos confunden con un aguijón. Evidentemente no es un aguijón. No puede serlo, porque los dípteros no tienen aguijón; eso es cosa de los himenópteros (abejas y demás).

Una característica curiosa común a todas las moscas —y la típula lo es— es la utilidad de los halterios. Estos órganos son dos a modo de alfileritos invertidos que salen del abdomen, justo tras las alas. Cuando el animal vuela, los halterios también se agitan, pero debido a la inercia de sus puntas más pesadas (la punta del alfiler), cuando la típula cambia la dirección del vuelo, los halterios continúan por un instante oscilando en el mismo plano. Esta diferencia de planos de oscilación, entre las alas y los halterios, crea una tensión en la cutícula del abdomen (justo en el punto de inserción) que es detectada por unas diminutas células sensoriales. Éstas envían la información al cerebro, el cual comprende que se está desviando del rumbo y puede realizar las correcciones necesarias.

Varios tamaños

Las típulas son grandes, muy grandes o grandísimas. Por contraste, a las simplemente grandes se las llama pequeñas. Éstas, las típulas pequeñas, se las reconoce bien por el baile que despliegan cuando están posadas, flexionando sus patas y subiendo arriba y abajo, por lo que en muchos países se les llama “mosquitos oscilantes”.

Si bien las típulas pequeñas pueden confundirse con un mosquito, las grandes y muy grandes no, por la simple razón de que en Europa no hay mosquitos tan grandes. De manera que cualquier mosquito que vea de un tamaño amenazador, lo más probable es que se trate de una inofensiva típula.

Su principal y virtualmente única actividad consiste en entregarse al juego amoroso. Los innumerables machos y las escasas hembras se reúnen en “guateques” en donde ligan. Cuando se forma una pareja, abandona el grupo y se retira a “pelar la pava” en algún lugar recoleto del jardín. Los machos que quedan solteros, vagan de aquí para allá, acudiendo a la luz y entrando en las casas, donde son exterminados sin piedad no sin antes haber proferido todo tipo de gritos de horror y asco. ¡Pobrecillos!

Aunque comprendemos su situación, le invitamos a ser más comprensivo con la próxima típula que entre en su casa. Como son tan torpes, le pasará por delante de la cara, le hará cosquillas en la nariz, le aleteará, pisará, embestirá… Mantenga la calma, cójala suavemente con la mano ahuecada y échela fuera. No la mate, porque tal vez esté sufriendo mal de amores y necesite comprensión.

3 comentarios sobre “La típula. Nacida para el amor”

  1. De niño, como casi todo el mundo, les tenía miedo, pero pronto aprendí que no son mosquitos ni pican. Cuando alguno se mete en casa lo cojo con cuidado para no hacerle daño y lo saco de nuevo a la calle. Estos pobres tienen una mala fama que no se merecen, solo por parecerse a los mosquitos

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