Toros en Colmenarejo: retorno al pasado

Lanzamos un reto de cara a las elecciones: quiten los toros y den gratis libros y material escolar a todos los niños de Colmenarejo

Año tras año, al llegar las fiestas del pueblo, se monta una plaza prefabricada, se compran algunos toros, se buscan novilleros dispuestos a intentar abrirse camino desesperadamente en el mundo taurino y se organizan dos o tres corridas. Y año tras año, cada vez menos público, menos caras conocidas, más dificultad para vender entradas… y una plaza que a pesar de su reducido aforo, a duras penas alcanza la media entrada. Buena parte de los escasos asistentes salen de la plaza con el estómago revuelto: algún año ha tenido que ser la fuerza pública quien rematara al toro después de un sinnúmero de cuchilladas.
El día de la corrida, muy de mañana, se organiza una especie de encierro de no más de un centenar de metros. Asisten una treintena de personas de las cuales la mitad la forman personal municipal, policía local, Guardia Civil y autoridades. Entre los escasos asistentes, algunos borrachos de las juergas de la noche anterior que suelen protagonizar algún espectáculo paralelo. Hace dos años, por ejemplo, agredieron a los empleados de limpieza que trabajaban en el “campo de batalla” del recinto ferial.
Todo muy edificante, muy propio del siglo XXI.
Este año, sorprendentemente, el Ayuntamiento ha echado el resto tratando de revitalizar este espectáculo llamado a desaparecer: durante meses, los empleados municipales se han afanado en acondicionar una parcela en el centro del pueblo para montar la plaza. Así se pretendía atraer más público. Se han publicado artículos en los que responsables municipales mostraban su interés en apoyar estos espectáculos, e incluso se ha invitado a un torero de Galapagar a dar el pregón de las fiestas, que versó (como no podía ser menos) de los toros y la caza.

¿Cuál es el Colmenarejo real?

Toda la campaña municipal de este año para potenciar los toros se ha saldado con un estruendoso fracaso. Han traído el espectáculo al centro del pueblo y lo único que se ha conseguido es congestionar las plazas de aparcamiento de las calles aledañas el día de la corrida, lo que es otra prueba más de que los escasos asistentes vienen de fuera. Los colmenarejanos no queremos espectáculos taurinos por mucho que se empeñen en metérnoslos como sea.
Basta salir a la calle para saber que la demanda de cultura y festejos de este municipio no va por toros, encierros (salvo si es el de alguno), ruidos hasta las tantas y ríos de alcohol. La empresa Gallup realiza desde hace años una encuesta sobre la tauromaquia: la afición a los toros ha ido descendiendo irremisiblemente. Y lo que es más importante, el rechazo frontal a este espectáculo superaba en 2002 el 69% de la población. De los partidarios del toro, el 51% son mayores de 65 años, algo que dice a las claras cuál es la tendencia imparable de nuestra sociedad.
El colectivo taurino aragonés, una comunidad tradicionalmente muy aficionada, creyéndose respaldado por la mayoría de la población, ha promovido una encuesta en un medio de prensa (“Aragón Digital”), creyendo que iban a barrer. ¡Es curiosa la ceguera social de estos aficionados! Solo el 20% han apoyado las corridas, mientras que el 80% las han rechazado. Destaca la ausencia de indiferentes en estas encuestas, que solo suponen el 0,2%.

Un presupuesto millonario

En Colmenarejo, los toros consumen la mayor parte del presupuesto de festejos. A los 70.000 euros que se lleva la empresa organizadora hay que añadir los cientos de horas dedicados por los empleados municipales a acondicionar los alrededores, la policía local, la guardia civil (a los que el concejal de Obras obsequia con un refrigerio de varios centenares de euros)… ¿No estarían todos ellos mejor haciendo otras cosas?
El dinero de las entradas se lo queda la empresa organizadora, de manera que el saldo real de estos festejos puede rondar los 100.000 euros. ¿Se imaginan qué fiestas de Santiago se podían organizar pensando en los niños y los jóvenes? Con ese dinero se podían contratar permanentemente dos médicos más y otro ATS, dar libros gratis a los niños, montar actividades que enganchasen a nuestros adolescentes, abrir la biblioteca, el polideportivo y la Casa de la Juventud todos los días del año… Sin embargo la decisión política es otra bien distinta: sacrificar un grupo de pobres e indefensos morlacos.

Cultura y tradición

Los defensores del mundo taurino aducen que se trata de una tradición ancestral, íntimamente ligada a la cultura. Grandes literatos y artistas, desde Hemingway a Picasso, se han inspirado en este mundo, se han escrito millones de páginas, incluso existe un lenguaje propio y rico. El toro está muy ligado a nuestra cultura y entre sus defensores ha habido mentes preclaras. Todo esto es cierto. Pero si esta relación entre toros, cultura y tradición ha de ser el estandarte para su defensa, hay otra actividad humana que ha inspirado muchísima más creación artística y cultural que lo taurino, mucha más y mejor literatura, poesía, pintura, escultura, música… que está entre nosotros desde mucho antes que el mundo del toro, que da empleo a millones de personas y ha sido y es la base de muchas florecientes economías: la Guerra.

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