Un año más, las fiestas de Santiago nos han traído los toros. Una parte importante de la ciudadanía permanece al margen de estos festejos taurinos. Otros ven injustificable este tipo de espectáculos, y otros, unos pocos, defienden a ultranza estas tradiciones y participan en ellas.
Los toros en Colmenarejo son un espectáculo minoritario, al que asisten más espectadores de municipios cercanos que personas de nuestro pueblo. A los concejales y personal del ayuntamiento les cuesta trabajo endosar las entradas de regalo que reciben y es frecuente ver asientos vacíos tanto en el palco como fuera de él.
No quedan lejos los lamentables encierros de años anteriores, con toros muertos y sanciones de la propia Comunidad de Madrid por incumplir el reglamento taurino. Habría sido una buena excusa para eliminarlos de las fiestas.
Cuando se difunde la imagen de una España festiva y taurina se está estereotipando una realidad que hace ya bastantes años que cambió. Los toros, en España, no son en absoluto populares; es un espectáculo minoritario que, a diferencia de otros espectáculos minoritarios (desde los documentales de la 2 hasta la ópera), repugnan a muchas personas.
En septiembre de 2002, Gallup publicó los datos de una encuesta que viene realizándose periódicamente desde 1971. Esta encuesta demuestra que el interés por los toros ha caído del 55% en aquella fecha, al 31% actual, y confirma la tendencia imparable de perdida de popularidad. Esta encuesta revela, además, que no hay personas indecisas: O les gusta mucho o no les gusta nada. En ese 31% al que le gusta mucho, más del 55% son hombres y mayores de 65 años.
Extrapolando estos datos a nuestro pueblo, con una población extremadamente joven y preparada, es de prever que el apoyo a tal espectáculo sea considerablemente inferior a ese 31% ya bastante minoritario en sí.
Lo peor de los toros -con ser malo- no es que muera un animal con refinada crueldad (y en ocasiones incluso un ser humano). Lo peor es la exaltación que se hace de la violencia y la brutalidad, aún revestida de cultura y de colorido. El torero (dotado de buenas dosis de valentía, pero también de ansias de notoriedad y de prestigio social, y de bastante «hambre» en muchos casos) triunfa solamente si es capaz de matar al toro; no hay triunfo sin muerte. Esto es un mensaje terrible, uno más de los muchos que envía la sociedad. Este es especialmente dañino y fuera de lugar en una sociedad culta y avanzada que pretende erradicar el uso de la violencia como forma de enfrentarse a los conflictos.
Cualquier padre o madre tiene grandes dificultades en convencer de esto a unos hijos que están recibiendo permanentemente mensajes de violencia: películas en las que el bueno es el que más malos mata, anuncios sexistas, violencia verbal en nuestros políticos, violencia contra las mujeres, en el fútbol, en la caza, en el volante, en el boxeo… y en los toros.
Si un extraterrestre llegara a la tierra, nos catalogaría como una especie eminentemente violenta, cuya principal profesión es matar semejantes o prepararse para hacerlo (o para no verse «obligado» a hacerlo, en lenguaje militar), tarea a la que dedica los mayores esfuerzos económicos. Esto les dejaría perplejos. Pero lo que ya les volvería del todo locos es nuestra doble moral, nuestro discurso contradictorio, nuestra hipocresía. Yo me imagino que a poco espabilados que fueran los extraterrestres se preguntarían:
«¿Cómo se espantan tanto de la violencia contra sus mujeres, de la violencia en la conducción, de la guerra… y luego admiten y fomentan actividades y espectáculos violentos?¿Qué es verdaderamente lo que quieren que aprendan sus hijos? Busquemos otro planeta, porque este no parece muy seguro para vivir»
El otro aspecto reprobable de los toros en Colmenarejo es que se trata de un espectáculo que pagamos entre todos, tanto si nos gusta como si no. Aunque usted no vaya a la plaza, aunque le horrorice solo el pensarlo, una parte importante de sus impuestos van a morir en la arena, con el toro.
Este año destinaremos más de 50.000 euros a dos corridas y dos encierros. En un reciente consejo de Cultura y Educación, un socio de Proyecto Verde dijo que ese dinero se podría destinar a hacer unas fiestas patronales espectaculares dedicadas a los niños, que en Colmenarejo son multitud. Su propuesta no mereció ningún comentario.
Los toros entierran en dos tardes un presupuesto mayor que el de muchas concejalías, como Servicios Sociales, Juventud, Participación Ciudadana, Tercera Edad…
A nuestro juicio, se está haciendo un uso indebido de nuestros impuestos, y esto nos parece profundamente inmoral y no debería ser así.